Alta Fidelidad

productos de alta fidelidad

Tradicionalmente asociado a la reproducción musical estereofónica (es decir, con dos canales) de alta calidad, el concepto de sistema de Alta Fidelidad (del inglés “High Fidelity” también ampliamente conocido como “Hi-Fi”), bien podría asociarse a un espejo en el sentido de que su cometido es dar la misma imagen que le es presentada. Así, una cadena –o equipo, sistema, conjunto- de Alta Fidelidad digna de tal nombre debe ser capaz de reproducir la música y el sonido exactamente como eran, con una elevada fiabilidad, satisfaciendo tres puntos clave: una respuesta en frecuencia que sea lo más amplia y lo más plana posible, una tasa de distorsión lo más baja posible y un ruido lo menor posible, lo que comporta una relación señal/ruido elevada.

Por supuesto, el usuario puede configurar una cadena de Alta Fidelidad eligiendo libremente los elementos que la constituyen, aunque la realidad es que una combinación ideal, es decir, aquella capaz de sacar el mejor partido de cada uno de los citados elementos, es muy difícil y delicada de llevar a la práctica. Y aquí es donde entra en juego el papel de empresas como Sarte Audio Elite, que desde hace más de 45 años no sólo seleccionan las mejores marcas del mercado mundial, sino que evalúan las propuestas de cada una de ellas para componer sistemas optimizados para una franja de usuarios y presupuestos muy extensa que abarca desde las opciones más “vintage” a las cien por cien Internet.

En las últimas décadas, el concepto de Alta Fidelidad se ha ido refinando en lo que a su materialización se refiere, a la vez que la mejora constante del diseño, la tecnología y, por supuesto, del sonido, dentro de cada franja de precio, ha hecho que para ello se hayan establecido una serie de reglas no escritas que suelen respetar los amantes de las cosas bien hechas.

La más importante de dichas reglas es, sin duda, lo que se conoce como “jerarquía de la Alta Fidelidad” que, contrariamente a lo que fue y sigue siendo de uso común, establece que hay que partir de una fuente de sonido (giradiscos, lector de disco óptico, sintonizador de radio, “streamer/reproductor de música en red”) para seguidamente buscar una electrónica de procesado (preamplificador) y otra de amplificación de potencia y, ya para finalizar, elegir unas cajas acústicas. Además, para que la idea de Alta Fidelidad se exprese plenamente, todos estos elementos deben mostrar una sinergia óptima (es decir, que “mariden” a la perfección) entre sí, siendo el conjunto resultante “afinado” con complementos tales como cables y muebles a medida, por citar los más significativos. Existen también opciones para simplificar (tanto en lo formal como en el precio) la composición mencionada, como, por ejemplo, el uso de un amplificador integrado en vez de un preamplificador y una etapa de potencia (opción que no implica pérdidas cualitativas), de un receptor (que combina sintonizador de radio y amplificador integrado) o incluso de lo que se denomina popularmente “electrónica todo en uno” (que puede incluir radio, “streamer”, lector óptico y amplificador integrado).

Todo ello forma parte del universo de la Alta Fidelidad y, por tanto, del catálogo de Sarte Audio Elite, en este caso, con la calidad como objetivo irrenunciable.

 
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Elección de la fuente de sonido

Parece lógico pensar que la información que no sea suministrada por la fuente luego no podrá ser debidamente procesada, amplificada y reproducida por las cajas acústicas. En consecuencia, tendremos que seleccionar cuidadosamente la fuente de sonido de nuestro sistema de Alta Fidelidad en función de nuestros intereses y preferencias. Giradiscos y sintonizadores de radio FM en el caso analógico, lectores de disco óptico (CD, DVD Audio/Vídeo, SACD y Blu-ray Disc) en el caso digital “clásico” y reproductores de música en red y/o (hay modelos que combinan ambas funciones) “streamers” en el caso digital de última generación. Todo ello, por supuesto, con los debidos refinamientos en función de las exigencias del usuario y el presupuesto disponible: separación entre mecánica de transporte y procesador digital para los lectores de disco óptico, elección de brazos de lectura y cápsulas fonocaptoras más o menos sofisticados en función del plato giradiscos en el caso de que se puesta por el disco de vinilo.

Potencia de salida y sala de escucha

Un estudio muy riguroso llevado a cabo por la BBC (la prestigiosa cadena de radio y televisión pública británica) hace ya varias décadas llegó a la conclusión de que por regla general en la escucha doméstica se prefiere un nivel de presión sonora máximo de unos 90 dB, mientras que los músicos y las personas que trabajan con la música prefieren unos 100 dB. En consecuencia, un amplificador debe ser capaz de proporcionar unos niveles de presión sonora máxima de orden de 100 dB, un valor que puede variar según la eficacia (sensibilidad) de las cajas acústicas y las dimensiones de la sala de escucha. En el caso de las cajas acústicas, la sensibilidad se define como el nivel de presión sonora que se obtiene a 1 metro de la caja cuando en sus terminales se aplica una potencia de 1 vatio.

Esto significa que cuando a una caja acústica con una sensibilidad de 90 dB/W/m se le aplica una potencia de 1 vatio, un usuario situado a una distancia de 1 metro de la misma percibirá una presión sonora de 90 dB. Por otro lado, es importante saber que en una sala de escucha ordinaria el sonido reflejado (por las paredes y el techo de dicha sala, por ejemplo) se suma al sonido directo emitido por las cajas acústicas, por lo que el nivel de presión sonora global aumenta. Incluso si nos alejamos de las cajas acústicas, la potencia sonora no disminuirá de manera sensible, lo que significa que, salvo en casos extremos, la distancia entre cajas y oyente no acostumbra a plantear problemas importantes. Cuando la Alta Fidelidad busca la emulación virtualmente exacta del concierto en directo, hay otros elementos que entran en juego, elementos subjetivos que, sin embargo, se pueden cuantificar para que la perfecta reproducción de sutilezas tonales y espaciales aparentemente prescindibles para algunos se conviertan en fundamentales para el pleno disfrute de la música. Es lo que llamamos High End, una de las razones de ser de Sarte Audio Elite y lo que nos hace diferentes por la combinación de pasión y rigor que implica.

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Alta Fidelidad y High End

Hay muchos términos que equivalen a “High End”, siendo probablemente “Premium” el más utilizado en la actualidad (en los círculos de aficionados más puristas también se habla de “Alta Fidelidad de Excepción” o incluso de “Hi-Fi Esotérica”, término este último que intenta expresar la singularidad de muchos de los productos y tecnologías involucrados). En realidad, el concepto High End no pretende desvirtuar en ningún momento al de Alta Fidelidad; más bien ennoblecerlo para elevarlo a unas cotas de calidad –y, por tanto, de satisfacción del usuario- jamás imaginadas por los padres fundadores de la “Hi-Fi”. El motivo es sencillo, por lo menso visto con la perspectiva que da el tiempo: la Alta Fidelidad quiso ser rigurosa y objetiva desde el primer momento, mientras que hubo una serie de ingenieros y diseñadores –apasionados todos ellos de la música, si no músicos ellos mismos- que consideraron que había factores en los que era necesario profundizar para que el sonido final fuese cálido y humano y no solamente “perfecto” en las mediciones de laboratorio. Así nació toda una filosofía que a finales de la década de los ochenta del siglo pasado alcanzó el rango de industria, hasta el punto de influir en no pocos aspectos en la manera de trabajar de las grandes multinacionales.

Pequeños refinamientos aplicados a los elementos clave de cada producto (ya fuese una fuente, como un amplificador o una caja acústica… ¡incluso un cable!) hacían posible una serie de mejoras impensables en los albores de la Alta Fidelidad. Unos refinamientos de los que en mayor o menor medida se benefician la inmensa mayoría de productos del portafolio de Sarte Audio Elite y que nos permite ofrecer desde asequibles “streamers” hasta complejos sistemas de altavoces en los que la más alta fidelidad a la grabación original es una constante. Pese a que oficialmente la “Edad de Oro” de la Alta Fidelidad tuvo lugar hace cinco décadas, la idea que subyace detrás de estas dos palabras está hoy en día más rebosante de vitalidad que nunca gracias a la explosión de Internet y el acceso ilimitado a contenidos de alta calidad.

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